viernes, 30 de junio de 2017

576. El suelo de concreto. Vi 30 062017.




Hoy alcancé a pagarle a Marlen y a Juan Carlos. Creo que encontré un faltante en unas pañaleras de mezclilla: me apuntó cinco pero me llegaron cuatro realmente. Qué problema.
Parte de la mañana pensé en el empujón del militar venezolano malencarado y peor educado, Vladimir Lugo. El empujado, pudo haber sido cualquier ciudadano padeciendo a sus horribles autoridades. Pero en esta ocasión no fue cualquier persona, pues resultó ser el presidente de la Asamblea Nacional. Ya me imagino si aquí empujan al presidente de la Cámara de Diputados de México, que es un cargo que han ocupado personajes muy importantes, como Jesús Murillo, Porfirio Muñoz Ledo, Ricardo Anaya o José González Morfín.
El que lo haga o pierde su trabajo, o la libertad, o hasta más.
Pero la reacción del asambleísta fue retirarse del lugar de donde lo empujaban, sin consecuencias para nadie.
Veo dos moralejas en esta extraña anécdota: Primera, nunca entres solo a la casa del enemigo, cosa que hizo el diputado Borges. 
Segunda, si te corren de un lugar donde no eres bienvenido, vete de inmediato, porque con todo derecho, y lo digo sin cinismo, te van a empujar si no te vas pronto. Recuerda, estás en una casa ajena.
Pero claro que gana la rabia cuando ves algo así. Y tal vez gana más el desconcierto que te provoca esa incólume civilidad, esa resignación y aplomo del empujado.
Yo de repente hubiera deseado con toda el alma que me empujara el soldadito Vladimir Lugo.
De inmediato lo convierto en picadillo y me lo como en tostadas, de preferencia con algo de ceviche. Sería una mezcla genial. Sin limón por favor.
Si no hubiera tiempo de lo uno o lo otro, me le voy encima y le parto la cara. 
Yo jamás hubiera tenido esa reacción de decencia del Diputado Venezolano.
Al menos me viene esa frase que dice que Dios solamente nos manda lo que podemos aguantar. 

Gracias y saludos.

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