sábado, 1 de julio de 2017

577. Muros de block sin repellado.

Ha bajado la temperatura aquí en Ciudad Valles. Me siento tensamente tranquilo, tal vez apaciblemente tenso. Hoy la noche llega, con su vorágine para el que quiera ser devorado por ella. Del Life is Life al Stone House, al Hotel Misión, luego iremos a El Campesino, al Kalifas, a La Máquina, tendremos que llegar  antes de la una a El Bosque. Después enfilaremos, a toda velocidad en un viejo ecotaxi, a El Granero Men's Club, emblema de los peores laberintos, callejón sin salida al que tarde o temprano se llega. Al ratito entraremos a la siempre oscura calle Tamaulipas y a cruzar la puerta del todavía más oscuro bar Like. Un rato más y a La Terraza, sobre el ahora amplio y bien iluminado Antiguo Libramiento, y nunca se había sentido tan bien la escasa brisa de la noche. Y todo será para terminar quién sabe cómo, acostado en la banca de un parador de autobús, escena que siempre quisiste copiar, que siempre imaginaste. Deseo cumplido. Y a levantarse y caminar. Pero eso sí,  intacto, como en las películas. O sin llaves, sin cartera y celular, como es normal en la realidad. O nada más sin el dinero de la cartera, y con muchas, muchas monedas, como suele pasar, todavía y por fortuna, aquí, en este lugar tan fuera de la norma, eso sí.
En una de ésas puedes acabar despertando en el asiento trasero de un automóvil de modelo reciente. 
Podrá ser un Vectra, un Mondeo, un Opel Corsa, un Opel Astra,  tú y tres chamacos universitarios que jamás has visto en tu vida, pero que antes que amanezca te llevan gentilmente a la puerta  de la casa, tecleando tu número en las pantallas de sus Samsungs, "para la próxima que nos veamos", y te alejas y los oyes murmurar algo sobre ir a almorzar y en eso llega el bajón y casi, casi, pero sin saber por qué, te sientes bien triste y casi, casi, sale una lágrima, pero no, mañana, que es más bien dentro de dos o tres horas,  hay muchas cosas qué hacer.  Planos que dibujar o entregar, y en el negocio, un agente de ventas qué atender, vueltas y más vueltas a la sucursal de un banco, a pagar. Sí, siempre hay que pagar.
Igual y todo terminará en la cama de un hotel del centro, el Saja o el Rex. Te levantarás asustado, de prisa, sin saber dónde estás ni cómo chingados llegaste a ese lugar. Y notas que "apenas" son las cinco y quince de la mañana. Todavía hay tiempo de llegar a casa sin que se den cuenta. Pero espera. A tu lado hay un buró bien cuidado, de madera oscura, donde muy ordenados están tu bolígrafo Zebra o Pilot, según tu humor o las circunstancias, tu cartera con mucho menos dinero del que recuerdas tenías hace rato, pero jamás, jamás  vacía y eso es la inequívoca señal que no pasó nada. Muchas, muchas, muchas monedas desordenadas, encima de la colcha sin deshacer. Tu llavero y el siempre bendito celular ahí están también. Lo primero que haces es ponerte tu reloj Casio y acostarte tal vez cinco minutos más. En otros cinco saldrás de ese cuarto, entregarás con una sonrisa la llave a un recepcionista anónimo, intrascendente, y llegarás a casa.
En una de ésas todo puede terminar cuando abres los ojos tras un breve dormite. Estás en la sala de una casa ajena, donde ves a dos chicas tomando de vasos rojos, entre risas, en la barra-desayunador al fondo de la vivienda, y afuera, en el porche, esa genial adaptación de la arquitectura norteamericana,  ves a seis o siete chicos de aspecto tranquilo, que te hacen sentir rabia y envidia porque son mucho más jóvenes que tú, sentados solemnemente en círculo sobre sillas blancas de PVC, y bebiendo con lentitud, también de vasos rojos.  No sabes de dónde llega una canción de ésas, de Julio Iglesias. 
Luego observas con cuidado, cual trofeo invaluable, una botella de Azteca de Oro encima de una cubeta invertida. Recargada sobre ésta, y en el suelo cerámico, descansará una sudada bolsa de hielo. Uno de ellos te ve, asiente hacia ti con mucho respeto y murmura "ya despertó el egresado del Tec de Monterrey, te juro que nunca imaginé conocer uno..." y oyes un sonoro "shh" de reprimenda como diciendo "no seas duro con él, no estaba dormido, está descansando, el sí trabaja, no cómo tú, wey".
Luego otro chico, de cabello castaño y rizado, y flaco como actor de la película SuperBad, se te acerca. Notarás que viste una playera azul marino, Polo By Ralph Lauren, lo que te hace entrecerrar los ojos y desconfiar. Se te acerca más, inclina la cabeza y la melena parece que caerá encima tuyo. Y va directo "¿todo bien chavo? orita te llevamos a tu casa, o mejor quédate, nosotros te cuidamos, no pasa nada. Quédate con nosotros, yo te cuido, no pasa nada".
Y no, no pasa nada. Al otro día, temprano en el negocio de mis padres. Como si no hubiera pasado nada. Y así ¿hasta cuándo más?
Gracias.

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