jueves, 6 de noviembre de 2014

Para variar.


El miércoles llegaron unas personas a verme. Ocupaban un plano de subdivisión, y no me dijeron, pues no les pregunté, quién los había mandado.
Les dije que no los podía ayudar. A distancia podía ver su condición humilde, primero, y segundo que no eran de Valles. Tal vez del municipio de Tamasopo, o de Tanquián, no es tan fácil adivinar.
Me molesta que me manden gente sin avisarme antes. Me refiero a los notarios públicos, con los que trabajé con cierta frecuencia por algunos años. Poco a poco, la avaricia de ellos, y la del Municipio de Valles, que incluyó en su Ley de Ingresos desde hace dos años el servicio de dibujo arquitectónico, fueron acabando con la relación.
Pero si las personas no eran de Valles, ergo, sí los podía ayudar, o trabajar con ellos.
Lo que me impidió atenderlos, fue primero, el número. Eran un total de cinco personas dispuestas a confundir, a discutir, a alegar, a regatear, a enfadarse.
De igual manera, y me da rabia, ver la humildad, la pobreza pues, que cargaban en sus espaldas.
Resulta que la Ley, así con mayúsculas, obliga a los Notarios Públicos a brindar asesoría y orientación, sin costo alguno. Es parte de la concesión que da el Gobierno del Estado a los profesionales que puedan dedicarse a esta actividad. No hay parámetros sobre cuánto tiempo te pueden orientar. Pero claro está, un Notario no puede dedicarse solamente a orientar a un cliente potencial, toda la mañana o tarde, pues vive de cobrar ciertos trámites y servicios.
 
Yo no estaba dispuesto a cobrar menos de cuatro mil pesos, por un servicio profesional de dibujo arquitectónico.
Pero como sabía que no podían pagar, pues.
Qué tristeza.

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