jueves, 2 de octubre de 2014

Así es, la esperanza.


En ratos leyendo Clandestino de James Ellroy, que espero que no se acabe, aunque cada vez más, hay menos páginas que leer, ¿habrá acaso un libro tan bueno que cada vez que lo lees, tiene más páginas?
El martes volví un rato al Santa Fe de siempre, a comer aceitunas, palomitas de maíz, que yo llevé y totopos que José gentilmente me sirvió. Cocacola light, agua mineral, a few beers, un poco de mezcal tostado. La noche llegó tarde, yo llegué a la casa de mis padres, a leer un libro de biología de bachillerato, intentando descifrar los misterios de la vida, ya tan tarde, y me quedé dormido.
 
Vivo el fracaso de no haber obtenido un empleo que empecé a buscar desde el 07 de julio de este año, y por fin, se llegó la fecha fatal del 29 de septiembre, y no me contrataron.
 
No me contrataron. Me postulé entonces a algunas vacantes en Bolsa de Trabajo (o centro de vida y carrera) y a esperar.
Creo en la suerte, que el maestro Paulo Coelho define sabiamente como el toque de Dios.
Creo que la suerte me tocará a mí.  Tengo fe, y espero tener un empleo, ahora sí. Ya me toca, suerte de por medio.  Espero que sí. Porque en Ciudad Valles, ya no vivo, mi etapa aquí ya pasó y dio lo que tuvo que dar.
Ahora sí, ya me voy de aquí, a algo mejor, a crecer como persona y mejorar, que de eso se trata, de tener derecho a algo, de ambicionar algo mejor, de lucrar, que el lucro profesional hasta la Iglesia lo ha reconocido. Ni modo, que el mundo así es.

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