viernes, 15 de diciembre de 2017

660. Viernes 15 de 12, 2017.

Para Gilberto Vázquez López, con cariño.


Anoche descubrí la historia de la película Borgman (2013). Lo digo así, porque he leído sobre ella y no la he visto, pero pronto lo haré, pues está disponible libremente en Youtube. Es una obra donde las preguntas que van surgiendo no tienen una sola respuesta, lo que da lugar a muchas reflexiones posibles. Todo comienza con una expedición de cacería dirigida por un sacerdote, apoyado por gente armada que van al bosque a buscar algo o alguien, que resulta ser el protagonista descansando bajo tierra.  Su eventual fuga da lugar a la segunda parte, en que llega a la ciudad y toca a la puerta de una casa y termina apoderándose de una familia entera. El personaje, sin duda alguna, es el mal mismo. Y hasta aquí tenemos una metáfora de lo que ha pasado en algún país de América Latina desde hace algunos años.
Un sacerdote (o presidente de una república) que sale de cacería al bosque ayudado por gente armada (¿un ejército?) en una búsqueda para exterminar algo que está oculto, sea bajo tierra, tal vez habitando una cueva o quizá el interior del tronco de un árbol. En fin, que lo que termina pasando es que los cazadores despiertan a la presa y ésta se les escapa. Luego llegará a la ciudad, sin otro propósito que causar estragos. Pero la plaga que no se pudo exterminar mientras dormía, tiene que tocar una puerta primero. La familia que se describe en el filme puede ser una ciudad, una región o hasta la nación entera.

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