martes, 21 de marzo de 2017

518.¿Verdad que sí? (De la licenciada S.).

A punto de las seis de la tarde. El aire acondicionado del corporativo, el orden, los colores en tonos de blanco y crema, el ligero olor a desinfectante en los pasillos de frío mármol, restos de una noche de aseo que queda en el ambiente, no evitan adivinar el sopor de la tarde en esa ciudad del norte. La licenciada Sofi (sus amigas, que son muchísimas, no dejan de decirle que se parece a Ivanka), reflexiona: 
Acabo de leer en el último número de la revista Banalidades, que TODOS, o sea, TODOS, los adictos a alguna sustancia, tarde o temprano muestran las mismas características:

  • Le echan la culpa a alguien más de sus problemas.
  • Mienten,
  • Roban,
  • Se deprimen.
Exacto. Los papás de los 42 (que conste que no he dicho cuáles cuarenta y dos ¿eh?) esa gente feíta y triste, son adictos, of course.

  • Le echan la culpa a alguien más de sus problemas: "Fue El Ejército. Fue El Estado". Y que conste que no he dicho cuál ejército ¿eh? ni cuál Estado ¿eh?
  • Mienten. Ergo, o sea, como dijo el Licenciado Vocero, a mí me indigna que hagan esas preguntas ¿cuáles preguntas? Pues quién los entiende...
  • Roban. Pues sí roban, nos roban nuestro tiempo, pudiendo ver cosas bonitas en televisión. 
  • Se deprimen. Pues a mí me deprimen con sus historias ésas de terror. Pero ya lo dijo una vez mi tía Eugenita, la gente es pobre, porque no quiere trabajar, por eso, yo aquí estoy, trabajo aquí, en el corporativo, soy proactiva, pienso en términos de sistemas.
  • En conclusión:
Los papás de esos muchachos son adictos, ahí está la solución: le echan la culpa a alguien más de todos sus problemas ("fue el Ejército" o sea ¿cómo? yo me indigno como el Licenciado Vocero), mienten, roban, y deprimen. Pero han de ser adictos así como que al aguardiente o una cosa fea de ésas, porque no se ve que les alcance para algo más, pobrecita gente triste. Adictos, uff.
¡Uy qué padre! Ya son las seis. Salgo right now a tomarme unos drinks porque ando súper estresada. Nadie me ayuda a sacar los pendientes de la oficina. Ese chico Uni (y que conste) es cero proactivo, no es sistémico y por culpa de él estoy muy atrasada con la comprobación de gastos y el envío del fax. No es mi culpa que todavía usen eso, a mí en el TEC (y que conste) no me enseñaron a usar esa cosa.
 Bueno, tomaré la tarjeta de crédito corporativa para tomarme una copita. O dos. O tres. Whatever. Nadie se dará cuenta, luego lo repongo con una factura de algún cliente. Y bueno, yo sé que mañana las cosas saldrán much o mejor, eso si no hubiera gente como el chico Uni, que no colaboran con la misión corporativa. Es que nadie me entiende, por eso ya me voy por un Cosmopolitan, tal vez un Gin Tonic, un Pear Martini, un Mango Martini, un Martini Seco, whatever.
Pero la gente como yo, no se alcoholiza, se pone alegre. Los adictos son ésos, los papás de los 42. Y que conste...
Moraleja: No hay peor engaño que mentirse a sí mismo.
Gracias.

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