lunes, 9 de mayo de 2016

Aprendizajes.

Todavía trato de saber si fue a la mala, pero ya será mejor dejar esa tarea.
La lista de lecciones iría sin orden ni prioridad. Que desear siempre es sufrir. Esta atribuible al Maestro Siddharta. Que el hombre que no desea nada es invencible. Esta de un personaje de "Eráse una vez en México". Que me ha pasado que en mis empeños puedo ser uno de los primeros, y que otros esfuerzos me habrán llevado al final de la lista, terror sempiterno. Que la conciencia descansa después del sueño, de la oración, o de ambas. Que Brundlant es un apellido que no debo olvidar. Que el otro es Senge.

Que debo memorizar el versículo 8, del capítulo 13, de la carta a los Hebreos, y así, con signos de exclamación, que el Maestro es el mismo, ayer, hoy y por los siglos de los siglos. Modelo, conferencista, amigo, aliento, sanador, humano, refugio.
Que no debo creer todo lo que leo, pero que, como escribió Milton, la mente es un lugar, y en sí misma puede hacer un cielo del infierno y un infierno del cielo. 

Y así.

Cine.

Anoche vi, hasta el final, la película "Los Malvivientes" con Jorge Lavat, Roberto Jordán, Fredy Fernández, Patricia Rivera, Álvaro Zermeño.  Un cameo de David Reynoso, aunque aparece en los créditos iniciales. Estrategia de mercadotecnia quizá. Otro de Jorge Vargas y un último de Vicente Fernández, en la barra del bar del cabaret Shangri La. Don David y el señor Vargas cantan una canción y ahí termina todo. El ídolo del pueblo, vestido de casual, nos brinda algunas frases y se retira del lugar.
Me intrigan las tipologías arquitectónicas de este filme mexicano. Aunque adiviné bien que se filmó en Tijuana, muchos años después de haberla visto incompleta en mi niñez. Primero por la playa, y segundo, por los espacios abiertos.
Los misterios en las construcciones activaron preguntas tales como ¿quién diseñó tan bien estos lugares, aprovechando la luz y la ventilación? ¿Todavía existirá la escalinata urbana por la que baja el señor Lavat, dialogando con algún personaje? ¿Dónde puedo ver el conjunto de edificios donde alguien indicó con un letrero monumental la palabra "APARTAMENTOS", y su arreglo de ladrillo, vidrio, árboles, tal vez celosías y mucha horizontalidad?
¿Dónde se ventilan los baños en los moteles de patio central y corredores abiertos, con secuencia de puerta-ventanal, sin verse jamás, en una lógica de la me considero culpable, puerta-ventanal-ventana de baño? ¿Habrá al fondo un pasillo de ventilación para la instalación sanitaria? ¿O éstos dan a la calle? 
Habrá que visitar Tijuana, algún día. 

Paco.

Muy buen la plática con mi estimado amigo. Recuerdo las tardes en la carísima casa que mi padre alquilaba para mí y mis hermanas en Monterrey, y las tardes largas, pero de televisión muy breve, donde él y yo alcanzamos a ver, al menos una vez, los capítulos de la telenovela Clase 406. La historia no importaba más que el verme reflejado en un destino así.  Una preparatoria cutre, inmunda y al borde del colapso académico y existencial, pero eso sí, privada, o sea de colegiatura, y con una serie de personajes que no podían salir más que de una telenovela: chicas hermosas y jóvenes atractivos, y un profesor muy reservado y correcto, experto en matemáticas, interpretado por el Señor Poza, hermano de Javier el locutor.

Ya le comenté a Paco, que de repente me imagino como profesor o prefecto de una Preparatoria 406 (empresario, llame ya para obtener su franquicia, le tramitamos su registro de validez oficial), no por vocación, sino por destino o a lo mejor como último reducto.
El local donde se ubica el centro de estudios es una casa de ésas que hace mucho tiempo se hacían, de recámaras de 5 por 5 metros, pasillos amplios, dos plantas, ideal para aulas. La biblioteca, acondicionada como oficina del director, la sala como oficina para atender colegialas y chavos, y el comedor-cocina, como refugio para maestros y prefectos bebedores de café. Un enorme y verde jardín, poblado de enormes árboles, donde el tejabán de servicio se ha vuelto tiendita y algunas mesas y sillas para el ocio, el refugio de estudiantes, y para que el prefecto, o sea yo, mande llamar a un grupo de chicas que no quieren entrar a la clase del maestro Poza "porque no le entienden", y tal vez la clorofila de las palmeras y los nogales las hará entender, seguramente.
Pero el empresario-franquiciador de la Prepa 406 busca maximizar su inversión, y ese mismo lugar, que por las mañanas y tardes es Centro de Educación Media Superior, por la noche, y hasta muy noche, es secundaria para trabajadores, donde aparte de las materias de rigor para el certificado correspondiente se habla de Socialismo y Revolución.
A veces, al llegar temprano, he llegado a encontrar rastros de aquellas pláticas nocturnas. Cromos de Lenin a todo color. Copias Xerox en blanco y negro que condensan el legado de Mao. Por allá, en el pasillo de la planta alta que va a dar al balcón que mira a la Amplia Avenida, un folletín, escrito en máquina de escribir, sobre los logros y horizontes de la colaboración cubana en su misión internacional de apoyo a la Revolución de Angola. 
Yo continúo, como solitario explorador, antes de las seis de la mañana, y hago mi labor de arqueología interior, de recopilador-reciclador. Siento un poco de miedo, mientras anhelo leer un rato un párrafo más de "El modo intemporal de construir" de Alexander, y por eso me apresuro. La gente empezará a llegar. La clase 406 empieza a las 7 y hay que limpiar, esconder, destruir.

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