martes, 3 de noviembre de 2015

No la terminé.

Corría el año de 1993 y en los medios de comunicación fue un acontecimiento. Premio a mejor película en el festival de Cannes. Un triunfo más del Salinismo que se encontraba en su máximo esplendor. Cierto que la televisión y la prensa ponderaron mucho esta obra, a la altura de lo mejor de la cinematografía mundial. Sin embargo, no llegó a la nominación de los Óscares, ese triunfo sería propiedad, hasta entonces, de "Macario" de Ignacio López Tarso, y de "Actas de Marusía" (Ernesto Gómez Cruz). "Amores Perros", llegaría a las nominaciones muchos años después.
 
Yo estaba en la preparatoria, esforzándome al máximo aunque sí, sí tuve tiempo para ver cine, pero esa no la vi.  Ese año disfruté El último Boy Scout, de Bruce Willis, y debí haber visto también Jurassic Park.
 
Después del éxito en Cannes y de ver una y otra vez la escena del escarabajo dorado , eso sí, se estrenó comercialmente en nuestro país, tal vez sin más comentarios de la gente de a pie. Recuerdo que aquí en Ciudad Valles se exhibió en el Cinema Valles 70, la sala de más lujo. ¿Qué era Cronos? Una obra maestra del terror, sin más detalle, y una muestra más de que el Salinismo, como proyecto de modernidad, rendía sus frutos en el renacimiento de la "industria" cinematográfica.
 
Por fin vi la película Cronos, del maestro Guillermo del Toro. Sábado en la noche, de mucho cansancio y de pensar, mucho pensar, en tantas cosas qué tengo que hacer. Me quedo en la escena en que el dueño de la tienda de antigüedades lleva a su pequeña nieta al trabajo. Como en muchos negocios, a veces hay tiempos en que no hay clientela y hay que esperar. Bien la escena en que abuelo y nieta juegan "el avioncito" o "el bebeleche", pintado con tiza en el suelo del establecimiento.
 
Me dormí cuando llega al negocio un joven de aspecto delincuencial, buscando algo.  Tal vez  el artefacto al que se alude en la primera escena de la película, donde sale el alquimista interpretado por Mario Iván Martínez (que también salió en Pecado Original, Peligro Inminente y Cantinflas).
 
Dos cuestiones. Que en la vida no hay lonche gratis, como decía uno de mis maestros del Tec de Monterrey. Para alcanzar la vida y la juventud eternas, al menos en el mundo de Guillermo del Toro, hay que convertirse en vampiros, cuestión con la que el alquimista tal vez no contaba hasta que se transformó. Y sí, como se vería después, pero que yo no vi, en Cronos y en las demás películas a los vampiros les hace daño la luz del sol, tienen que dormir en ataúdes (o en cajas de madera a falta de éstos), y sí, también se les aniquila con una estaca en el pecho, igualito que en Buffy de Sarah Michelle Gellar.
 
La otra, que faltó algo en aquello que se debió mostrar. En Amores Perros se muestra la misma ciudad que en Cronos, y sin embargo, en la primera, el lugar  tiene más carácter, significados, imágenes, color, texturas. En Cronos, vamos a la misma ciudad y lo que se ve es ingenuidad y monotonía. Hubiera sido fantástico ver los edificios de Teodoro González de León, Legorreta, el Palacio de Minería, la calle Pino Suárez, Chapultepec en la tarde, el Palacio de Correos, la biblioteca del banco de México, el claustro de Sor Juana, el museo Rufino Tamayo, y así, que Cronos fuera un paseo necesario a través de una ciudad maravillosa. ¿Fue por eso que Cronos no fue nominada al Oscar? No sé, pero sí puedo afirmar que faltó algo.
Me sigo quedando con Sólo con Tu pareja como emblema del cine Salinista. Tal vez Cronos no tuvo nunca ese deseo, pero de todos modos vale la pena. Me arrepiento de no haberla terminado, pero es que hay tantas cosas en qué pensar y pues no hay vida eterna, a menos que...

Lo mejor de la película, la actuación de Mario Iván Martínez.

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