sábado, 5 de julio de 2014

Sábado.


De pocas cosas (bueno, en verdad no tan pocas) me he arrepentido tanto en mi vida, como de haber salido tan endeudado de mis estudios de licenciatura en el Tec. Una vez un profe que me dio, gracias a Dios, nada más una materia en la carrera de Arquitectura, nos dijo, "muchachos, el Tec es caro." El sabrá de colegiaturas caras, pues tenía una maestría en Yale y otra más, en la Universidad de Pensilvania, así, usando mi derecho de hispanizar la palabra.
Las deudas, sobre todo cuando se tienen sueldos de menos de cuatro mil pesos mensuales, nos frenan, nos privan de usar el dinero en otras cosas, como por ejemplo ahorrar, y nos quitan nuestra tranquilidad. Así, se perdieron muchos, muchos meses que jamás volverán, en que todo el tiempo pensaba cómo pagar mi préstamo de estudiante.
 
Siento una rabia tan inmensa, infinita, ver que compañeros egresados del Tec andan por ahí, ganando muchos miles de pesos cada mes, con coches bonitos y experiencia internacional ("la empresa me mandó a Milwaukee, o a Ámsterdam, o a Suiza, a dejar la comprobación de gastos") cosas así.
En fin.
Me olvido un poco de esa pequeño inconveniente de tener ingresos de doscientos o trescientos pesos mensuales por honorarios profesionales cuando veo, por ejemplo, un libro que llegó a mis manos de parte del extinto Instituto Federal Electoral. Experiencias de la jornada electoral 2012 y el proceso electoral 2011-12 de parte de capacitadores y supervisores, y funcionarios de mesas directivas de casilla.
El libro me lo entregaron el día de ayer por la tarde.  Hoy llegué al negocio temprano, antes de las nueve y diez de la mañana, esperando leerlo. Completé la lectura de una historia de un capacitador del estado de Sonora, que narra su vivencia profesional y personal en un lugar llamado Punta Chueca, de la nación Seri de ese estado. No omito comentar que sentí ganas de llorar, o tal vez sería la glucosa un poco baja a esa hora de la mañana.
Quiero creer que las lágrimas se salieron porque me sentí conmovido por las palabras de ese joven, tan inspirado, tan comprometido, y tan convencido  de este sistema electoral que se ha ido forjando en nuestro México a lo largo de más de veinte años.
Otra historia que empecé, de otro joven que comienza diciendo que le gusta trabajar en el IFE, y yo agrego, aunque sea cada tres años y por un lapso menor a seis meses. Aún así, y por los motivos que fue apuntando después. Cumplir con requisitos de papelería, aprenderse una guía de examen, ir a pláticas de inducción, organizar su tiempo, tocar puertas, convencer a los ciudadanos que han sido sorteados.
Fue pasando el tiempo este sábado, en el negocio de mi padre, y ya no pude seguir leyendo. Pero me da gusto sentir que tengo un país, que hay gente comprometida, y convencida. Yo también quiero convencerme. Y también quiero ganar más de doscientos pesos al mes. Creo que ya estuvo bueno. Pero es que hay cada gente, como la que te azota la puerta en la nariz a los del IFE. Pero hay que seguir, seguir tocando puertas.


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