jueves, 10 de abril de 2014

Relativo, todo es relativo.


Uno de mis muchos errores, (es que me dirán que somos humanos) es maravillarme ante los prodigios, igual que el protagonista de El Peregrino, de Coelho, libro que tuvo que esperar muchos años y un largo proceso de despojarme de esos prejuicios que no acabo de desterrar. Sí, me maravillo ante las cosas que a veces vivo, que a veces padezco. El verbo maravillarse, implica también, acomplejarme, traumarme, ofenderme. Prodigio significa algo bueno, o una mala racha, o un suceso que no tuvo la interpretación adecuada. Igual que en la novela, a veces me paralizo, a veces me maravillo, sí, a veces me ofusco.
Un sueño muy extraño donde estoy debajo de una palapa que tenía más de un año que no visitaba. 
Algunas risas, todas de la misma mujer joven que no puedo ver. Yo empiezo a sentirme incómodo detrás de la barra. Hay mucha gente joven a mi alrededor. Ellos con camisas de cuadros de mangas largas. Yo con una playera de cuello redondo, deslavada, en el calor de la noche. Las chicas con camisas blancas con rayas negras o azules, tal vez playeras de cuello polo. Salgo al claro de la noche, a casa. Despierto y veo la hora. Madrugada. Ya no dormiré.

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