20:18 horas.
Libros.
Acabo de terminar la lectura de El Estudiante, de John Katzenbach. No me considero un ser exigente en materia de literatura. Me gustó la historia. Tres aliados, Susan Terry, Andy Candy y el joven estudiante de Historia Timothy "Moth" Warner, contra un asesino en serie que no sólo acecha, sino que amenaza abiertamente y de frente. Para dar miedo y peor aún, todo con el tiempo en contra. Cada minuto que pasa es a favor del antagónico. La historia transcurre en escenarios como Miami, Cayo Hueso, Massachusetts, y al principo de la novela nos topamos con retratos muy detallados de diferentes rincones de la ciudad de Nueva York, que no sé si sean bien logrados pues nunca he estado allá. Espero leer "El Estudiante" por segunda o tercera o vez, y lo disfrutaré todavía más.
Mientras más leo, me doy cuenta de lo poco que he leído.
Encuentros.
Me sentí horrible cuando vi entrar al negocio de mis padres, yo desde la trinchera que es el mostrador de vidrio y aluminio, a mi cuñado José, luego a Sergio Calvillo, José Luis Bermejo y Adolfo Fuentes. Un grupo de ésos se ha juntado por última ocasión, cuando Atila invadió Roma. Esta vez no hubo un Papa León I que me salvara, así que a aguantar vara.
Yo, desde el fracaso o espera de que mi situación profesional mejore. Debo escoger en qué mal momento estoy. Y un llamado a José Luis, para que ya deje de meterle cizaña a mi jefe, porque le ha dicho en repetidas ocasiones que yo lo único que hago es andar en antros. ¡Ah caray! pues muy mi tiempo y muy mi dinero, y seguramente ha de ser lo único que hago. Pagar proveedores, Seguro Social, Impuesto del 2%, impuestos federales, despachar gente, hacer pedidos, llevar la contabilidad del changarro, recuperar facturas electrónicas, comprar la bolsa de poliseda, y por poco y se me olvida las visitas de cada mes a Cablemás, a cubrir puntualmente la renta del servicio, y aparte, ejercer pobremente mi profesión de Arquitecto, porque espero que llegue algo mejor.
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