La ciudad sufrió de soberbia cuando se miró a sí misma y pensó en la grandeza de sus hechos, de sus artefactos. Circulan de sur a norte, de norte a sur, personas, mercancías e ideas, procesiones y rituales. De oriente a poniente viajeros, forasteros. Torres, templos, carpas. Otro día ella pensó en el ruido y el conflicto. Después en la escasez y el caos.
Hoy ya no hay nadie. Crecen más rápido, con prisa esmeralda, enredaderas. Caen las hojas de árboles más grandes que las murallas que en alguna ocasión la protegieron. La ciudad olvidada.
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