domingo, 3 de junio de 2018

742. Deseos, semiótica y Arquitectura.


742.
Ya va en el sexto capítulo y yo no he visto ni uno. Quisiera, pero es que a veces, aunque seas egresado del TEC, y que conste, el dinero no sobra.
Típico egresado del TEC. Yo soy atípico.
Me da miedo que salga demasiado caro pagar el Netflix. Ya es bastante dinero pagar 510 pesos de un Cablemás de noticieros mediocres, cine para olvidar y series repetidas y que nunca llegarán al nivel de lo que fue Seinfeld, Will and Grace, los expedientes X, o Buffy la Cazavampiros, que unían familias, generaban discusiones, hacían desear el siguiente jueves en la noche el sábado que viene a las 6 de la tarde y dictaban la moda de la modestia y el buen gusto, que sí se puede, no como ahora donde la sociedad, a falta de esos dictados, arquetipos o incluso estereotipos, vaga sin rumbo, asimilando los espantos visuales de las fachas de Diego Luna, Gael García y las Netas Divinas, a quienes, primero, hay que presentarles un peine y después, esperar el milagro.
Yo espero del milagro de que algún día en el Canal de las Estrellas abran al menos, los primeros episodios de la bio serie de Luis Miguel. Sí, he buscado fragmentos en Youtube, donde he visto a Oscar Jaenada y a Izan Llunas, nieto del español Dyango, haciendo el Lipsing de La Malagueña. Mismo vídeo que he visto yo y otros veinte millones de pobres más.
Mientras tanto, el capítulo 6, el más reciente, trata de la filmación del videoclip La Incondicional. Nada nuevo bajo el sol. Era la moda de Top Gun y los lentes Ray Ban. En México, las élites tienen también su Bifröst y su Templo. El aeropuerto de Santa Lucía, donde al amanecer, el Sol de México pasea entre los aviones Hércules. El otro lugar, es sin duda, El Colegio Militar de Agustín Hernández, una interpretación, inmejorable, de la geometría Azteca, con sus explanadas, diagonales, escalinatas, y también ese aporte de una modernidad más que atemporal, eterna.
Pero es que Diego Boneta necesita un guía en su paseo por la eternidad. El Hilo de Ariadna se humaniza. Llámele usted el Caronte, Hermes Psicopompós, la Valquiria vuelta Adonis de Bronce, el espirítuo Balam en la mitología maya, sepa su puta madre, total que aquí viene a ser el encantador Cadete Tello, que a decir de un periodista de espectáculos de televisión abierta, con justa razón, se ha ganado el corazón de mexicanos, chic@s TEC (no racistas, claro), y el mundo en general. 
Pocas veces se aprende de una convicción o un sentido del deber y la responsabilidad, y del orgullo de pertenecer a una institución que si salió de sus cuarteles, fue para defendernos, no para ser ofendida, ni cuestionada, como algunas almas envenenadas lo hacen el día de hoy.
Tello es la honestidad, el compromiso, orgullo de pertenencia, pero también lo es la inocencia (maldita y al mismo tiempo bendita juventud) y la falta de malicia de un alma pura, que al perderla, vive una tragedia, yo quiero creer que siempre innecesaria.
En algún momento, el cantante le dirá, ven, te invito. ¿Que no es el llamado de la Serpiente en el paraíso? ¿Las impuras invitaciones de Carlos Salinas a Jesús en los cuarenta días en el desierto? Aquí la manzana de Blancanieves es el alcohol, otra herencia cultural de los últimos tiempos. Drinking on the Rise, dice la nota periodística / boletín de prensa en el national public radio. No se bebe los mismo, señores, en el año 2002, que en el 2018. Nos faltan desde Sarah Michelle Gellar, hasta la doctora Scully, Elaine Benes o Grace Adler, para quienes era, simplemente era, ni bueno ni malo, ir a un KFC que a un bar. Pero la sociedad y la televisión han dado ese paso. Una vez que se muerde el fruto del conocimiento, no hay marcha atrás.
Algo tranqui.
Así se dice en el mundo de hoy, en el que, de acuerdo al centro para el control y prevención de enfermedades en Estados Unidos, la espeluznante proporción de uno de cada seis (sí, uno de cada seis) adultos en ese país, consume al menos, sí, al menos, siete copas de alcohol por ocasión, esto es, por sentada, por semana. Buffy iba por una hamburguesa y una malteada. Mariana  Seoane se toma media botella de Tequila cada vez que tengo la pésima suerte de pasar el control remoto y cachar El Chema. Nuestra civilización se está acabando.
Alcanzo a ver la vista aérea de una sala semicircular  en una mansión estilo Alfonso Durazo, chicas en poca ropa, durmiendo la mona, como dicen, y un montón de botellas de champán y tal vez de cerveza premium a un lado. 
Algo tranqui.
El Cadete Tello pierde el derecho a su examen de aviación, pues son casi las siete de la mañana cuando despierta y no hay nadie despierto que le de un ride. No es Perséfone para ir del Hades al Olimpo en chinga y viceversa. Es un humano más.
Se le ofrece arreglar todo. Mover influencias, una llamada telefónica, de esas que sí contestan y donde sí está al que buscan, porque las hace Luis Miguel, no cualquiera de nosotros.
Pero Tello asume su responsabilidad y dice no. Lo que cualquiera de nosotros haría, todo con honestidad y sin palancas.
Por eso el Cadete Tello, hoy General seguramente, se ha ganado también mi corazón.
Gracias.

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