lunes, 16 de diciembre de 2024

1 028. ¿A quién de las dos?

 1 028. Crítica al injusto paradigma de las entrevistas de trabajo.

En muy contados espacios puede darse una meritocracia pura, sobre todo en un país como México con sus peculiaridades: la desigualdad social, el racismo, los prejuicios, el miedo, la mezquindad, el egoísmo. Sólo en un caso donde exista un concurso de creación literaria, y aún así ¿quién designó a los jueces? ¿Son objetivos? No lo son. Cada uno tiene sus ideales o sus prejuicios. Pueden calificar una novela o un poemario muy buenos o con un seguro éxito comercial, pero si va de acuerdo a sus valores, lo dejarían fuera de cualquier premio o reconocimiento. Escritores que han sido muy exitosos en lo económico, no lo han sido en el reconocimiento de sus pares, en aquello que se llama el ambiente.
Donde quizá puede haber realmente un mérito tal cual, incuestionable, es cuando se presenta un examen de matemáticas. Ya lo decía el profesor Escalante sobre esta área del conocimiento "Son el gran igualador". Aún así, sacar el primer lugar regional o estatal en un concurso de álgebra o estadística, no va a predecir, desde luego que no, un buen desempeño como gerente de tienda, encargado de sucursal, jefe de recursos humanos, de relaciones industriales. 

Nuestro tiempo tiene dos grandes males: la democracia y la amigocracia, ambas son dos formas de gobierno, la primera formal y la otra de hecho. En ninguna de las dos llegan a los puestos más altos los mejores. La democracia se trata de obtener más votos, a base de lo que se pueda y como se pueda, desde el "haiga sido como haiga sido" hasta el "voy a obtener constancia de mayoría, no carta de buena conducta". La compra de votos, la coacción, la amenaza, así lo nieguen los señoritos de los organismos electorales, que creen que viven en Suecia y no en México, son la realidad de cada proceso comicial.

La amigocracia es llegar por invitación, porque te conoce quien te va a contratar y el proceso de selección es una simulación, sin más. O no te conoce y le caíste bien. 
Creo que debe cambiarse la dinámica de las entrevistas de trabajo. Si quien va a contratar es un hombre de cuarenta años, extrovertido, de mucho poder adquisitivo y tiempo libre, que pasa largas horas en su oficina sin mucho trabajo operativo que hacer y está en busca de una asistente administrativa y él es el encargado de su contratación, dígame usted ¿a quíen va a contratar de dos candidatas? 

La primera es egresada del ITAM, tiene una maestría en Finanzas en Boston, que pudo cursar gracias a una beca que se ganó por sus altas calificaciones en la licenciatura. Tiene 43 años de edad cumplidos, casada y con hijos, mide 1.60 de estatura, pesa 110 kg al menos. Tiene acné en la cara y la piel muy oscura, además se presentó a la entrevista de trabajo con una blusa escotada de las mangas y viste pantalones de vestir, eso sí, pero en un tono claro que hacen que su volumen corporal aumente. Además es muy introvertida en su trato. Sin embargo ha sido asistente de direción académica de varias universidades, gerente asistente de sucursales del sector automotriz e industrial y cuenta con diplomados en mapeos de procesos para la mejora de áreas operativas.

La otra candidata, es pasante de administración de una universidad privada cuyo nombre el reclutador por primera vez escucha, pero que presume su RVOE en letra arial de 28 puntos en el CV de la candidata. Es una mujer de 28 años, S O L T E R A, rubia, de pelo lacio y muy corto, en capas, ojos grandes y cafés, pómulos acentuados, medianamente culta además, y sobre todo muy extrovertida. Por último, salió a relucir en la entrevista de trabajo su experiencia internacional (en otros lados le dicen gusto por los viajes), mide 1.70 de estatura y pesa 54 kg a primera y muy prolongada vista. El día de hoy viste un traje sastre en color negro con una raya de gis muy tenue, gris, una blusa blanca impecable desabotonada, lo que da cuenta de una muchacha muy segura de sí misma y con mucho valor, que se inclina hacia adelante y mueve las manos, impecablemente cuidadas por la manicura, cada que se dirige a su entrevistador. 

¿A quién de las dos cree que van a contratar? Al final lo único que las define, es "¿a la gorda o a la güerita?" Y no se asuste, somos adultos en una sociedad terriblemente injusta, desigual, cruel, despiadada, inhumana y no me diga usted que no. ¿Entonces la meritocracia dónde queda? Explíqueme usted porque yo no sé.

¿Quién de las dos hubiera sido contratada si la entrevistadora fuera una mujer muy seria, disciplinada, de sesenta años, puntal, austera,  que siempre se ha caracterizado por su racionalidad y su objetividad en el trabajo? ¿A la estudiosa o a la relajienta? Pero  ¿Y cuántas personas directoras de empresa hay hoy día con esas características? Si no sabe, yo le aseguro que muy pocas. 

Es por lo que creo que deben redefinirse ese estúpido ejercicio de las entrevistas de trabajo, porque al final privan más las apariencias que los grados académicos, la experiencia o el valor individual, déle usted la definición que le alcance, pero desde un punto de vista profesional.

La subjetividad manda el día de hoy. Con algo de razón, el actor Carlos Bonavides denunció hace poco, que en un país como México, sería imposible que un actor moreno, como Morgan Freeman, y nada agraciado físicamente al menos si lo comparamos con un guapo como Denzel Washington, o un Danny de Vito, bajito y con sobrepeso, podrían triunfar. En un país donde se valora ser rubio, de piel blanca y adicto al gimnasio para tener el estelar de una telenovela. Esas palabras sabias del gran actor mexicano, el gran Huicho Domínguez, fueron las que me movieron a pensar y a escribir esto que me inquieta, me indigna, me desanima. Pero tengo confianza en que de nosotros saldrá tanto romper paradigmas como mejorar procesos y consensos actualmente injustos.

Tenemos mucho que cambiar en nuestro triste país. Empezando por esas dinámicas idiotas de las entrevistas de trabajo.

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