miércoles, 20 de septiembre de 2017

Ent. 614. Miércoles 20. Sep. 2017.


Yo.

La tragedia de ayer en la Ciudad de México, Puebla, Morelos y otros lugares de la República, me ha dejado la lección de mi pequeñez en este mundo. Me ha mostrado mi fragilidad, mi total irrelevancia ante el tamaño de estos hechos. Se ve y yo veo más pequeña la tienda de mis padres, mi existencia misma, mis deseos no cumplidos, mis rencores y mis miedos. También veo un país más unido, más preparado, mejor comunicado y más grande en todos los sentidos, en relación a la otra catástrofe, la de 1985.

2005.

Hoy temprano en la mañana, me acordé de ese fatídico año. Vinieron a mi memoria quién era yo en ese entonces. Desde luego más joven, con menos dinero en los bolsillos, sin imaginarme nunca que iba a tener algún día una tarjeta de crédito, era inimaginable en esos días. Recordé mis viajes maratónicos a Tamuín, donde trabajé menos de dos meses en la empacadora de carne, como dibujante.
Llegar muy temprano en la mañana, y luego, hasta tarde en la noche llegar a casa. Bajar de la ecocentral, y caminar. De la tienda ni idea tenía porque ni me paraba. Yo me tomé en serio el papel de arquitecto. También, ya desde entonces, empecé a coquetear con el diablo, y me fue muy mal. 
Tengo que hacer este ejercicio, para que alguien ojalá aprenda algo de mi incompleta experiencia profesional, muy limitada en todos los sentidos. También porque me tiene que servir a mí.
Han pasado doce años donde una y otra vez he fracasado en mi intento de dejar de abusar de la bebida. Es bien difícil, siento no poder, pero lo tengo que lograr. He aprendido que mi forma de ser, no me permite tomar ni una cerveza, ni una, porque vuelvo a caer y eso ya no me lo puedo permitir. 
Estoy quizá ante uno de los retos más difíciles pero lo tengo que lograr. Yo solo sí podré. Cuento con Dios, conmigo mismo y con buenos amigos, como Sergio, a quien agradezco la Coca Cola Light de anoche, en un intento para hacerme recobrar la cordura perdida, para hacerme ver mi fracaso. Con el diablo es mejor no jugar, ni querer bailar. Nunca vas a bailar con él. Él va a terminar siempre, bailándote a ti, por eso mejor ni acercarse.
Gracias de nuevo, Sergio. Y perdón.


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