miércoles, 27 de septiembre de 2017

619. Ruido a lo lejos. Miércoles 27 de 09 2017.

Lo que me cayó mejor del día fue haber pagado la renta de Cablemás. 479 pesos exactos, porque luego me pasó una vez que pagué con un billete de 500 y me quedaron a deber un peso de cambio, que no es la gran cosa pero siquiera la cajera me hubiera pedido permiso de quedarlo a deber. Ya no importa más que para la anécdota.
En serio, creo que en toda la ciudad soy el más cumplido de los clientes, con un récord perfecto de asistencia puntualita, esto es, pagando el mes de renta antes de que empiece. El cielo bien nublado todo el día de hoy. Algunas colonias se inundan y yo le comento a mi amigo Paco que si sigue así esto hay que pedir la ayuda de las potencias amigas. Bueno, esperemos que no.
Noticias, sueños y el entusiasmo que no termina de llegar al cien por ciento. De repente pienso que necesito una buena orden de tacos de bistec con bastante salsa roja, y una coca cola heladísima, para una reanimación absoluta y plena. 
Anoche vi una película llamada "Daughter of God", con la guapa actriz Ana de Armas y el señor Keanu Reeves. Me encantó el tratamiento de la narrativa. Todo un cuento en el mejor sentido literario, que a mí me hubiera gustado escribir. Convencido de que todo buen cine lleva un mensaje, creo que el de esta pieza en particular, más allá del surrealismo y la mística que cada quien encontrará al verla desde el principio, es que es una expresión de lo urbano en su forma más visual. No es un paseo por "la" ciudad, en este caso Nueva York, sino uno que se hace en "una" ciudad, y a lo que me refiero es a la singularidad de un lugar urbano. La expresión de lo urbano en una manera muy cruda, desalentadora quizá, y en un momento de fatalidad. La ruptura de esto último se da en el abandono, no en la esperanza de cambio en el lugar, sino saliendo de éste. Una ciudad habitada por la comunidad dominicano-americana en Nueva York, bajo el frío, el pavimento sin grietas y limpio, pero gris, parques verdes y de árboles bien cuidados, pero aprisionados por la malla ciclónica hexagonal (cyclone mesh se dice allá), y la vivienda vertical, con arreglos en ladrillo rojo deslavado y ventanas, por fortuna sin herrerías ni celosías, pero que no dejaron de provocarme una mezcla de inmensidad, grandiosidad, masividad geométrica y espacial, pero también desesperanza y ganas de decir que se pudo haber hecho un proyecto mejor.

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