La frase de la novela "Hielo negro" del maestro Michael Connelly. La aplico a mí mismo y veamos:
Soy. Comodino, pseudointeligente, farsante, mentiroso (bueno, nomás a veces, ¡híjole! ¿nomás a veces?), incompetente o negligente, y aquí se borra la línea. Necesito quebrar esa barrera del mínimo esfuerzo y volver a correrle, como antes. Hubo un antes y un después, y todo iba tan, pero tan bien, hasta que tuve un horizonte que yo pensaba era muy amplio y luego me di cuenta que era muy chiquito. El día de hoy es al revés: mi horizonte es enorme y yo lo hago minúsculo y no sé qué carajos hacer.
Ese soy yo y tengo que cambiar. He mentido una y mil veces, y en arquitectura los errores salen porque salen. Una cota, una ventana donde no debe ir, un paño interior que no coincide, una zapata aislada desalineada con la planta arquitectónica y una y otra vez.
Lo bueno que ahí están las casas y no se cayeron. Acuérdese, las grietas son por el yeso, o por un revoque donde falto cemento.
Cambiemos, ¿cómo? seamos más veraces, y más valientes. Soy temeroso, de mí mismo, los demás, y ya no puedo seguir así. La atención es el camino y lo diremos otras mil veces, y durante otros mil años.
Gracias.
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