domingo, 31 de julio de 2016

La lluvia, la tarde y el poco maldito tiempo.

Va un saludo desde aquí, Ciudad Valles, tal vez futura sede de un universo alternativo donde se enfrentarán, algún día, Batman y el Joker en su batalla final, persecución de por medio en el Bulevar México Laredo.
A mi amigo Gilberto, al norte de este país. A Paco, a Mario Rosaldo, a Marco Antonio, muy cerca, pero a veces lejos por culpa de los horarios y la falta de dinero para una cerveza o una coca light de 30 pesos porque así valen en las cafeterías más o menos decentes, (así es la vida, caray).
Afirmaciones: que Patricia Llaca es una de las mujeres más bellas del mundo, a la altura de Tere Velázquez en los años setenta, que esta semana que empieza ganaré buen dinero, ahora sí, como Arquitecto, que los mejores sándwiches son los de jamón de pavo, mortadela y queso Kraft blanco, o swiss para los puristas, que mi vida hubiera sido mejor como graduado en Administración de Empresas en la UNE de Tampico, pero a diferencia de Batman, aquí no hay universos alternativos, y a chingar su madre, ni hablar.

sábado, 30 de julio de 2016

Los desengaños, las revelaciones.

Te das cuenta de que, con una excepción o dos a lo mucho, las amistades de la escuela no perduran. De que con el tiempo la soledad crece, de que el interés es precisamente económico.
Ves, al último, o casi, que tus ojos deben solamente darle crédito a las cuestiones de dinero. Cuatro "clientes" al hilo, y ninguno pagó nada. Seguiremos. Y es que en serio es tan difícil en arquitectura pedir anticipos, para no echar a perder la ilusión y la delicada fragilidad de la relación. Por lo pronto, a pensar en los tiempos en la apacible cápsula que era el CEDES, cuando nos decíamos que seríamos amigos por muchos años, si ajá, y cuando teníamos la convicción de que las cosas hoy serían mejores. Sí, ajá.
Y como diría la licenciada Ludwika. El CEDES...¿esa cosa qué es?

jueves, 28 de julio de 2016

domingo, 24 de julio de 2016

Otro cuento, otro más.

Para el arquitecto Mario Rosaldo.
La deuda.

Entró al cuarto y entonces, sin querer, dio una última mirada al día que acababa de pasar. Miró la cama hecha a fuerzas, rápido, a las cinco y media de la mañana, parte del ritual antes de salir, tomar el camión urbano para llegar al tecnológico regional, y estar puntual a las siete. Se tumbó en la colcha delgada, estampada de un patrón geométrico discreto, difícil de ver sin mucha luz, y entrecerró los ojos antes de prender la radio despertador, a un lado, en el pequeño buró. No tenía ganas de prender la televisión. Tal vez las noticias, tal vez videos musicales, alguna película, todo ello podía esperar.

Pensó en su última clase, entre las pausas de todo el día. El temario de distribuciones de probabilidades, luego los requisitos de su trabajo final ¿pensar ya en eso en la segunda semana de clases?, en los intervalos de confianza, los márgenes de error y la determinación de una hipótesis nula.
Tal vez, imaginó, se podría aplicar al control de calidad de un producto. Más osado sería aplicar una encuesta de preferencias políticas ¿pero contra qué confrontarla si en esa ciudad no habría elecciones sino hasta mucho después de que el curso terminara?

Afuera escuchó los pasos de su tía Amalia, quien le daba asistencia en la ciudad para continuar con sus estudios profesionales. Mujer soltera, de unos setenta años, jovial, sociable. Manejaba un Atlantic VW, impecable, y tenía una pensión de la Secretaría Federal de Comunicaciones y Transportes, donde había sido secretaria muchos años atrás.
Tal vez la tía regresaba de casa de alguna amiga, o de comprar algo. No la molestaría para cenar con ella, que ya sabía que había llegado pues el sonido del radio llegaba sin dudar, al cubo de las escaleras donde estaban las recámaras de esa casa de las de antes, del centro. Tantos encuentros así, indirectos, adivinados, ya no hacía falta remediarlos con un "ya llegué tía" o un "¿no quieres un cafecito o algo de cenar?" de Doña Amalia.

El radio transmitía el final de un programa de análisis político, en su última parte. Desde la llegada, como no se veía en muchos años, en las formas y en la unanimidad, del nuevo dirigente del PRI nacional, luego el diagnóstico de la democracia mexicana según José Woldenberg en la revista Nexos del último mes, y las dudas de él a las candidaturas independientes, pero que ya eran una realidad, luego brincando el Océano Atlántico, la lectura del comentario de un radioescucha anónimo "Un fantasma recorre Europa, el fantasma de la extrema derecha" con el inmediato desdén de los expertos, el llamado a la tolerancia, las explicaciones en la falta de oportunidades, pero la paradoja de las tecnologías de información como el gran igualador. El programa ya terminaba, la fastuosidad de la Convención Republicana en Cleveland, Ohio, y el discurso de rescates, ruptura de acuerdos, y lo mejor: retratos familiares al mejor estilo del encanto de la nobleza, de las revistas del corazón, del show business. Un escalofrío le recorrió la espina al pensar en esto último y en la contrincante del, durante esos cuatro días,  vendedor más famoso del mundo.

Terminó de recostarse apoyando la espalda en la cabecera, mirando a la amplia ventana de celosía, abierta toda, las persianas más discretas, que ya se movían para dar paso al primer aire de la noche ya en forma. Desde su posición, podía ver las otras casas, igual de grandes, a lo mejor un poco más descuidadas que las de Doña Amalia. Se levantó. La calle ya estaba desierta, las plantas bajas de las casas grandes habilitadas como comercios, como siempre es en las zonas centros, que antes eran toda la ciudad. Un rótulo de un taller de teléfonos celulares, otro de la tienda de abarrotes-miscelánea, un salón de belleza, y más allá, del lado oriente, hacia el norte, un bar para jóvenes, que tal vez antes fue una cochera. No tendría más de 4 metros de frente. El anuncio luminoso y el movimiento de algunas sillas plegables, la alta fidelidad de un reproductor que empezaba, en discreto volumen, la canción Karoke de Gustavo Cerati.

Nada más, antes de dormir, por fin. Se acercó a la ventana, bajo la protección de las persianas. Todas las noches olían diferente en cada lugar, pensó.

"Ya no me necesitas, es lo mejor. Eras alguien más".

Venía de un lugar llamado San Vicente, un pueblo-municipio a unos ciento cincuenta kilómetros al noreste de la ciudad, para allá, señaló a nadie. Allá las noches olían más a sal y sueño. Aquí el olor era nervioso, dulzón.
Una cheyenne dorada de cuatro puertas, rines cromados,  y cristales oscuros, estacionó un poco antes de la entrada, respetándola. No era nueva, tendría al menos unos quince años, lo evidenciaba la forma del cofre, las vistas de textura ranurada, en color negro en la parte baja de las puertas. Pero era una una camioneta muy bien cuidada, vicio de las buenas costumbres, de la economía que prohíbe el cambio, pensó frunciendo el ceño. Vio bajarse del lado del conductor a un joven robusto, de pelo rizado, tal vez castaño, que vestía una discreta camisa azul de cuadros y pantalones de mezclilla. Del lado del pasajero bajó una chica de pelo negro y lacio, bajita de estatura, en una camiseta blanca sin mangas y un pantalón de mezclilla negro. De la parte de atrás bajó otro joven, en kakis y una camisa blanca de manga corta. No entraron al lugar, del que salió otro joven de gorra de cuadros y todo vestido de blanco, a saludar a los tres visitantes.
Poco después vio un chevrolet de pequeño tamaño, un Opel, tal vez, estacionar al lado contrario. Bajaron dos jóvenes, playeras de cuello redondo, mezclilla, entraron a la cochera-bar-anuncio de neón. Ya no pudo verlos tomar una silla, la óptica no daba para tanto.

Ahora los de la cheyenne dorada, apoyados en ella, sujetaban vasos de unicel. La chica alzó un poco la voz, prestaba menos atención a sus acompañantes que al barman de la gorra, preguntando por alguien.


"Cerca del nuevo fin, tabú, fuego y dolor".

La noche ya empezaba a enfriar. No era muy tarde. Apagó el radio en mínimo volumen y comerciales locales. Regresó a la ventana  y sólo vio al joven de pantalón kaki, hablando por celular. Se había incorporado otro vehículo, un Renault tipo coupé, algunos metros más adelante del Opel.
"Al ánimo de brillar, la luz se adelantó..."
De repente el joven de pantalón kaki colgó. De la cochera-bar salieron el joven robusto y la chica, y le ofrecieron otro vaso de unicel. Un buenas noches sin respuesta, al interior. La camioneta arrancó rápido, y se fue.
Se recostó. Nuevamente a pensar en la determinación del tamaño de una muestra, establecer las hipótesis, hacer el Kruskal Wallis test...
Día siguiente, jueves, seis y cuarto. Camina rápido en la mañana fresca, pero que hace adivinar un día muy caluroso, la calma que anticipa muchas cosas qué hacer, el mismo guion, piensa, mientras va hacia la parada del camión urbano Centro-Tecnológico Reg.
En la esquina de las calles Almagro y Portales, vio entreabiertas las puertas de madera de un negocio de básicos: costales de azúcar bloqueando la banqueta, cajas y más cajas de jugos envasados, garrafas de cloro. La cheyenne dorada, de unos quince años de antigüedad, pero impecable, descargaba maíz en mazorcas. Vio al joven robusto, que vestía ahora una playera delgada, bajando la carga, y dando una instrucción hacia adentro del local.
Sujetó la mochila de libretas y libros, y pensó especialmente en el de Métodos, de Beatty.
Ella miró de nuevo el negocio, desde la banqueta de enfrente, y alisó su pelo. La parada de autobús estaba a media cuadra todavía. El ruido del abrir de puertas, el acarreo de cajas y costales, los silbidos, el motor del camión urbano que se acercaba desde muy atrás, el calor creciente, el tiempo que ya corría cada vez más rápido, hicieron que Marisa acelerara todavía más, su paso.

viernes, 22 de julio de 2016

El imperativo.

Es conocerme a mí mismo, para conocer el universo, para superar los retos actuales, mis deficiencias, mis tropiezos.
Falló lo que pensé que iba a fallar, lo que el miedo me inmovilizó a corregir a pesar de que había tiempo: la letra no era Arial 12. El espaciado era 1.5 y no doble, y nunca pensé que el jurado se iba a fijar en dos detalles así, pero sí se fijan entre miles de trabajos.
No gané nada, pero he ganado. Al menos tres premios en mi prosa, pobre, repetitiva, limitada, sesgada, pero mía, y algo que quiero redimir, trascender y mostrar. No he ganado, ganaré. No se pudo, se podrá pero lo primero es...

Viernes en la noche.

¿El licenciado Calentón revisando la contabilidad electrónica en el corporativo? ¿A esta hora?

Quién sabe, ya es tarde, y a lo mejor es preferible mirar la amplia Avenida desde el encierro, mientras la provisión de botes de nieve de a litro y paletas Magnum rinda en el frigo bar, ¿y no qué iba a bajar la luz? Preferible, sí, a manejar a esta hora. Al fin ya mero amanece, al fin será sábado, y habrá cosas qué ver. Sí.

jueves, 21 de julio de 2016

Alerta.

Pensé que con la nieve Sin Parar y la paleta Capuchino de Helados Holanda me iba a sentir mucho mejor. Las preferí al yogurt frío (o en inglés frozen yogur) que vende Helados SanMy, con toda solemnidad en el centro de Ciudad Valles.
No me siento bien. ¿Será la vesícula? ¿Será cansancio nada más? ¿Será algo peor, como depresión? Na, esas chingaderas no existen, diría el licenciado Calentón. Pero sí me siento horrible, y así ha sido desde hace un puto mes y medio.
 
No gané nada en el Certamen Nacional de Testimonios Ciudadanos sobre el Proceso Electoral 2014-2015, aunque estoy convencido de que entregué un trabajo de buena calidad. La oportunidad de una vez en la vida, adiós, y qué mal me siento, la verdad.
 
Si declararon desierta la licitación del nuevo conjunto Tlalpan del INE, si nunca se pudo a echar a andar el sistema de fiscalización de campañas en línea, algo no muy bueno debe tener tan desprestigiada institución.
 
 

martes, 19 de julio de 2016

Sin lugar para pesimistas.


Para mi estimado amigo Gilberto. Un saludo al norte de este país. 

El calor, el sol de la ciudad, el ruido de algún motor de un viejo camión urbano, vuelta a la realidad de un panorama transplantado, moderno, aséptico, idealizado, que contrasta con el paisaje natural, agreste. 
Aquél, el artificial, construido a fuerza de dinero y visión particular de los tiempos nuevos, cubos blancos o perla, los techos horizontales, los muros rugosos cubiertos con cristales llanos, los tonos de verde, azul claro o cobre cálido. Los chillantes anuncios espectaculares, que venden de todo, también de franquicias, y circulando los autos nuevos, inertes las palmeras a la fuerza, recientes, secos los fresnos de muchos años atrás, y allí están los pensamientos de ella, que se muerde el labio inferior y recuerda que tiene que salir por un cafecito, una galleta chocochip, un danés, pero eso sí, que compensará con la ardua sesión del gimnasio de la tarde.

Michelle O qué? Uff, ¿ésa quién es?


Yo apoyo a Melania Trump. Además hablar de valores, esfuerzo y la coyuntura actual en que se requiere la unidad de todos, eso no se plagia, es típico. Pero bueno ¿qué significa...coyuntura?
Y además...
A ver tú, sí, tú, chico... de la Uni, cancela todas mis citas y si me llaman les dices que estoy en una reunión. 
-Licenciada, pero si la están esperando afuera, que lo de la entrevista con el proveedor del sistema administrativo.
-Ay, ¡uff! dile que...deje su número y nosotros le llamamos.
-Pero si usted lo mandó llamar.

Es la licenciada Ludwika. Y que conste que no preguntó el significado de típico.

lunes, 18 de julio de 2016

Sí, seguro.

Así pasa con los malos policías. Seguramente algún arquitecto disgustado con ellos, en algún lugar de Luisiana, porque no le pagaron sus honorarios. Y luego que por qué les dan en su madre. Y como dijo el Licenciado Calentón, jefe supremo del Corporativo, pinches gringos hijos de la chingada, lo bueno que en México no pasan esas cosas, y que somos un país bueno, honesto y decente.

viernes, 15 de julio de 2016

Sí, pero...

Declaro una etapa de crisis personal.
Me siento postrado. Derrotado. Como que no se puede seguir. Sí se puede seguir, obvio. Pero algo me jala. 
Eso sí, ya le digo también al hijo de su puta madre Víctor Sierra le va a llover y me va a conocer. 
Sea la consecuencia que sea, no se va a seguir burlando de mí. Yo soy Godzilla y tú, hijo de tu chingada y jodida madre, eres Tokyo y nos vamos a ver.

Por lo demás, me deseo una pronta recuperación. No sé qué le pasa a mi salud, pero no es nada bueno. Ya veremos, pues.

sábado, 9 de julio de 2016

Será.

Era el año 2003, un gran evento anunciado con mucha anticipación, tal vez tres meses o poco más, lo que es bastante para una película hecha para la televisión. Se filmó en 2001. El canal era HBO olé, que así se llamaba. Domingo. Tal vez a las nueve de la noche. 
"The Business of Strangers", con Stockard Channing y Julia Stiles. Las dos, insuperables, pero diré que llamaba más la atención Stiles, con su falso tatuaje en el pecho y su tal vez fuera de lugar, reloj Casio F91w, no sólo hecho para hombres.
Un filme que vi en una ocasión nada más, del que algún día tendría que decir que cómo me hubiera gustado haber escrito el cuento corto en que se inspiró esta historia de la industria del cómputo, los bares de hoteles, los vuelos cancelados, la ropa formal no tan cara, las conversaciones inteligentes, las sorpresas.
Gracias.

viernes, 8 de julio de 2016

Viernes.

Me siento indefenso ante el futuro. Horas de sueño, distracción, motivaciones, siento que algo falta. Esta semana en Ciudad Valles será para recordar como una de las más soporíferas, insalubres, calurosas, pues. Nada, ni litros y litros de agua helada, coca cola (así me regañe mi buen amigo Paco), o limonada, palian el sopor, la debilidad, que no sé si comparto con los otros. Algo falta en mí, para estar al cien por ciento. No me puedo rajar, no puedo echarme para atrás. Seguiremos adelante, ni modo. Ganas de ir a Monterrey, sentarme en alguna silla del CEDES, recordar. Sé que no puedo. Sé que no iré a Sanborns, a Cinépolis, a Galerías. Sé que ahorita no hay chance de Burger King o de Dunkin Donuts. Ya se podrá.
 
Para saber.
 
Por fin pasa algo (no lo celebro) donde el Islam, religión de Amor y Paz, no tiene la culpa. El atentado en Dallas del día de hoy ha activado, sin remedio, sinapsis, recuerdos, imaginaciones pues no conozco mucho del tema. En algún momento la gente en este país saqueó, destruyó, mató, y cometió las crueldades más atroces, en nombre de Cristo Rey. Otra ocasión en que el Islam, religión de Amor y Paz, no ha tenido tampoco la culpa.
Los culpables ¿serán tres?, ¿la incomprensión hacia el otro, la falta de comunicación, las injusticias? Esto lo pregunto.
Y esto lo afirmo.
Ni siquiera el fundamentalismo, ni siquiera las imágenes o las palabras, los estandartes, banderas, pendones, o llamados en forma de campanas o de cantos, ésos jamás serán culpables. Son accesorios, pretextos.
Comprensión, comunicación, y justicia, que en ningún puto lado veo. Y así será y así habrá más Dallas, más Los Ángeles.
No diré que habrá más Tijuanas, más Guerreros o más Oaxacas, pues ya lo dijo el licenciado Calentón desde la comodidad de su corporativo. México es una país bueno, honesto y aquí no pasa nada. Y además a ¿a usted qué le afecta lo que pasa allá, muchacho, si usted ni conoce Laredo-Texas?

Ándele, apúrele y vaya al Super Siete por mi Slurpee doble porque tengo mucho trabajo y aprenda a apreciar a su país, no que los gringos, esos hijos de la chingada, esos sí andan mal.
El chico escucha, sale al golpe de calor, a la avenida desolada en viernes, a buscar una imagen, tal vez mercantil, un templo más  de las bebidas heladas, los hot dogs y esnacks ¿catedral o paraíso?
Irá por un slurpee doble para el Jefe Supremo, tal vez unas galletas y un gatorade de contrabando, para aguantar el resto de la tarde quieta, dilatada.
Y que conste que ahora ni he hablado ni del TEC ni de la UNI, ¿eh?
 
Gracias.

jueves, 7 de julio de 2016

La salud.

El mensaje de texto de Paco, de un gran y leal amigo. Él pregunta. Mi recuperación todavía no está completa. De repente siento que todo me da vueltas, que la temperatura corporal sube, que mis facciones enrojecen y se encienden, a la mala. Pero no me siento disgustado. Más bien resignado.
Algún balance en la cantidad de dopamina que se compensa con un malestar general. Como si fuera mecanismo de autorregulación. Un apacible cansancio, una tensa calma, pero no funciono como debo.

Algún pendiente que no se ha consumado desde el martes. Es que de nuevo, no lo entiendo, no me dieron el anticipo de rigor, y lo mejor será esperar. Una vuelta kilométrica, a mí me pareció que a otra ciudad, y en mi enfermedad febril, a otro planeta, en la Colonia Solidaridad, en la parte norte de la mancha urbana.

Han sido días de mucho pensar, en lo que ha sido y en lo que irremediablemente debe cambiar pero ya.

Nada todavía.

Esperando resultados del Certamen Nacional de Testimonios sobre el Proceso Electoral 2014-2015. 

1,007. El IEV (Instituto Electoral Veracruzano) y el OPLE Veracruz.

 1,007. ¿Cómo se cambia el nombre de una institución sin reformar la ley? Me explico. Después de la reforma constitucional en materia políti...