domingo, 3 de abril de 2016

¿Mi perdición? El prodigio.

 Con mucho cariño para Moondo. ojalá entienda mi ácido sentido del humor y lo haga reír. Pues es que esta vida duele y tal vez la risa sea el único opio válido.

Pasillo.

En el corporativo "De Monterrey o San Pedro al fin es lo mismo, S.A. de C.V.". La mañana de abril que se adivina silenciosa y tibia, a lo lejos la calina que empieza a cubrir con lenta persistencia las montañas parduzcas, que apenas llegan a asomar algunos manchones verdes, dispersos pero presentes, a pesar del cambio climático, el descuido gubernamental y la avaricia inmobiliaria.
La licenciada Jill toca discretamente el brazo de la licenciada Ludwika, tal vez no con afecto, sino para verificar la calidad y la autenticidad de la blusa Michael Kors que su "eneamiga", condición  de las relaciones de la posmodernidad, viste. Se les une de inmediato, sin saludar pues no hace falta, la licenciada Maléfica Garza, directora de Reclutamiento y Capital Humano, que sujeta con esmero y solemnidad un vaso de café Starbugs.

"Te vi en el global business Summit de Miami". "Fabuloso, fabuloso". "Estamos preparando los boletos de avión para el congreso de Milwaukee". "Bueno, si gana Trump, ¿a mí qué? si siempre que llego al aeropuerto y enseño mi pasaporte el poli de la aduana me dice que ni mexicana parezco". "Oye y vas a ir a la feria de Reclutamiento en Cintermex" "Pues no sé, es que luego va mucha gente que no es del TEC y no me siento a gusto". La conversación se empieza a poblar de los indispensables "Sí claro", "Por supuesto", "Desde luego", "Dios mediante", "Gracias amiga", "Sí me acuerdo, fue en Nueva York"...
En eso se aproxima el chico de la UNI, cargando un sillón ejecutivo, nuevecito, rumbo a la sala de juntas al final del pasillo. Él pasa sonriendo y lo más rápido que le permiten sus pies y su carga, sin querer interrumpir el concilio de administración corporativa, planeación estratégica, benchmarking y comportamiento organizacional.
Cuando lo ven, el espacio se invade de un silencio inmediato, aplastante. Entonces con mucho cuidado y lentidud, se cierra la puerta  de la sala de juntas al final del pasillo y la licenciada Ludwika pregunta en voz baja, y rápido ¿quién es ése?

La reunión se disuelve y nunca se sabrá si alguien respondió la pregunta. Pero que conste...

El insoportable prodigio.

El frío y el calor alternan en la ciudad. Me abruman tantas cosas que hay qué hacer y no sé, ya no sé.

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