Todo el día nublado. Anoche llovió.
Me imagino como un maestro del sur de México, presentando un examen, viendo a través de la ventana a cientos de policías y soldados velando por mi seguridad y yo muy agradecido por la atención.
Terminando el examen, a empujarme dos tamales y un atole en vaso de unicel, sobre alguna banqueta cercana, viendo pasar camiones y autobuses urbanos.
Tengo otra opción. Me pienso como un chico TEC (que conste que no he dicho cuál TEC ¿eh?), de visita en Laredo, Texas, disfrutando el mall o el outlet un poco más lejano, o cenando en un Applebbe's que está igualito a los de Monterrey, pero allá, las barmaids están más guapas y sonríen más. Preparado para el regreso, en un avión chárter barato, barato, o gratis, pues los pagué con los puntos de mi tarjeta Platino American Express (soy proactivo y pienso en términos de sistemas), y ya iré al aeropuerto Mariano Escobedo y tendré a un amigo, también egresado del Tec, que estará esperándome, pues yo los taxis ni los conozco.
O bien, vivir allá, en New Jersey, o en Boston, y trabajar en lo mío y sentirme halagado, extasiado, realizado cuando la gente me dice "tú no pareces mexicano" o "los mexicanos que yo he conocido no hablan o se visten como tú", en lugar de sentir extrañeza o rabia por ese sentido de la vida tan americano dedicado y destinado a los arquetipos y los estereotipos.
Tal vez estaría en Tampico, Tamaulipas, leyendo un libro de Stephen King en alguna cafetería Italian, y pensando en que ya es un poquito tarde.
Pero no. Y mientras pienso en mis alternativas, me arrepiento de no haber ido mucho antes al OXXO o a la farmacia del ahorro por una botella de agua ciel y una paleta Solero mientras esto mejora, y la realidad alternativa se pueda cumplir.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario