miércoles, 18 de noviembre de 2015

No se si todo está bien.

Como bocanada de aire fresco recibí el saludo de Paco, desde un sms. ¿Qué hubiera querido responder al todo bien de mi estimado amigo? Que estoy bien,  desde algún pasillo inmaculado, bien iluminado con la luz del sol y focos ahorradores de última generación. A mi lado está la licenciada Jill platicando de su último viaje de capacitación a Suiza, o a Milwaukee, y de su próxima estadía en algún lugar de Singapur o Indonesia o un lugar de ésos donde están los tigres asiáticos. Yo le comento sobre mi experiencia en el congreso internacional sobre intrapreneurs, (aquellos que emprenden y son proactivos al interior de una gran, gran empresa)  con otros jóvenes ejecutivos de otras empresas multinacionales. Que se celebró en Toronto, o en Vancouver, o en Finlandia, o en algún lugar de ésos. Que al rato, en la tarde, tengo reunión con mis amigos EXATEC, en el Sierra Madre, o el Applebees, y que la agenda social se sigue llenando. Y que recibimos en el IPhone un mensaje de aliento y solidaridad de la licenciada Ludwika, que estaba en París en un congreso sobre Tecnologías de Información y los retos de la gente altamente efectiva y eso sí, con cargo a la empresa como debe ser, y afortunadamente nos mandó decir que todo bien. Que París como si nada, que todo sigue igual y ni hablar.
 
Ni licenciadas Jills, ni corporativos, ni viajes a algún lugar de ésos, porque el desempleo es real, digan lo que digan, y pues ni hablar, en el negocio de mis padres.
Una mañana sin mucho sol, pero sin mucho frío tampoco aquí. Ir al banco a pagarle a un proveedor, una comida al mediodía sin sal, chicharrón en salsa verde y arroz blanco, sin nada de pasión ni emoción y pues uno se encabrona y...
Más tarde el saludo de un barman del afamado Hotel Valles, que me pregunta con voz  a los cuatro vientos que por qué ya no he ido, y no sé qué decirle, que el trabajo, que la chamba, que la tristeza, que la inercia.
Y pues ya no sé.
 

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