viernes, 28 de agosto de 2015

Gratitud, nada más.

Hablé por teléfono con Paco. Le comenté el reto enorme que tengo enfrente, la competencia gigantesca, mi miedo inmenso. Así, todo en grandes proporciones. Me sentí aliviado al colgar el teléfono, cuando él respondió y supo escuchar como un amigo comprensivo y leal.
Lo único bueno de una mañana que me pedía horas de sueño. Tuve que reimprimir algunos planos, tomar coca colas de más, esto último de lo más aterrorizante, y sacar algunas fotocopias para un trámite que no ha esperado mucho pero que ya me piden solventar. Desesperación.
No queda más que pedirle a la noche que ya llegó, que me deje dormir y soñar. Mañana otro día en el negocio de mis padres. Otro día esperando algún cliente de Arquitectura, otro día que espero ver algún Volvo, un BMW z3, una Cheyenne dorada, o de perdido un jetta color plata, igualito al que usa el chico TEC, e imaginarme manejando cualquiera de estas joyas que cuando pasan, o cuando se estacionan, embellecen la calle del negocio de mis padres, el paisaje urbano de este México que no mejora con nada, más que con autos, lonas impresas, o anuncios espectaculares, pues pareciera que a los mexicanos sólo nos gusta la buena arquitectura, un bote de pintura, o la limpieza, única y exclusivamente cuando estamos fuera de México. Por mientras, que un jetta color plata ilumine mi depauperado paisaje urbano.
Pero ya llegará Donald Trump, arquitecto de los más bellos edificios y de los más sublimes sueños. 
Él invertirá en México, de verdad, no en forma de  "reformas" o en esos espantosos pasos a desnivel malhechos que construye OHL.
Él es  mi esperanza y la de millones de gentes buenas, y las cosas, ahora sí, van a mejorar.
 
Gracias.

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