lunes, 13 de enero de 2014

R e c h a z a d o .


Después de una larga ausencia porque en diciembre hay mucho trabajo en el negocio, luego también haber estado un poquito mal de salud, y por último, trámites relacionados con la Reforma Hacendaria que requirieron mi atención, estoy de vuelta.

No ha habido trabajo el pasado mes de diciembre. No tanto por la falta de éste, sino por la convicción de querer estar al cien por ciento en la tienda de mis padres. Claro que fueron algunas personas. Por ejemplo, el dueño de unas guarderías de la ciudad, que me pedía requisitos muy difíciles de cumplir ante el IMSS. Luego de ver otros planos que me proporcionó, con el sello rojo de "rechazo" estampado, mejor lo pensé unos días, inmóvil, y  tuve que devolverlo con la pena. Es que las jornadas de estar en el negocio eran así como empezar de nueve y media de la mañana, hasta las siete y media de la tarde. En la noche, pocas ganas de trabajar para dibujar planos arquitectónicos.

Hay un problema adicional, que tiene que ver con la actitud, no del proveedor del servicio, que soy yo, sino con el cliente. Me han tocado clientes temerosos, otros disgustados, y otros más, que sencillamente acuden conmigo, para decirme aunque no sea con palabras, sino precisamente con su actitud, que no desean nada. Así de simple la cosa.

Total, que en el mes de diciembre de 2013, hice dos planos de subdivisiones, y todo mi ingreso fue de 5oo pesos. Así como unos treinta y ocho dólares americanos, en todo un mes. Y en los primeros días de este frío enero, no he ganado un peso. ¿A dónde se fue el dinero? Refrescos, un depósito de 50 pesos en mi chequera de Bancomer, para forzarme a ahorrar, pan Bimbo, pan Tía Rosa. El otro grave problema de los arquitectos es que tenemos que comer.

¿Habrá algún arquitecto allá afuera, que esté en mi situación? Lo que más miedo me da son esos clientes extraños, y esos encargos más extraños aún, como revisores del IMSS, guarderías, y demás, que me han puesto los pelos de punta. Lo que es mejor es rechazar esos trabajos, y sí, hay clientes que hay que rechazar y encargos que rechazar. No podemos decir que sí a todo.

El reto es entonces, aprender a cambiar la actitud de un cliente que de repente llegue con nosotros, y si no se puede, mejor no hacerle mucho caso. Y evitar en la medida de lo posible, encargos extraños relacionados con el IMSS, sobre todo si el cliente ya trae encima varios planos con el sello rojo del "rechazo" plasmados.

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