sábado, 24 de agosto de 2013

My Architect (documental sobre Louis I. Kahn).



Hace casi quince días vi el documental sobre el famoso arquitecto norteamericano de origen ruso, Louis I. Kahn. No es un documental sobre arquitectura únicamente, sino que trata aspectos sobre la vida íntima de este gran personaje. La historia la platica su hijo, que se llama a sí mismo "el bastardo", palabra ya de por sí muy fea, por haber sido concebido fuera del matrimonio, y por haber sido, según entendí, abandonado junto con su madre, una señora muy distinguida de nombre Harriet, de quien vemos poco en el documental, apenas una plática en un bellísimo lugar de la costa este de los Estados Unidos, en una casa hermosa frente al mar, en medio de la tranquilidad y un clima agradablemente frío. ¿Y por qué se veía tan triste la señora, si vive mejor que la mayoría de los mexicanos? Es que el dinero no lo es todo ¿eh?

Entiendo el resentimiento que cualquier hijo puede tener hacia el padre ausente. Si al interior de familias completas, si se puede llamar así a aquellas tradicionales, donde está papá, mamá, y los hijos, donde nunca falta el pan en la mesa, donde todos tienen un rol, y donde desde luego habrá siempre tensiones y conflictos, no puedo imaginar el dolor que puede sentir un hijo cuando sabe que fue abandonado por su papá o su mamá, y que para más sufrir, él o ella vive con otra persona y tiene otros hijos.
Lo menos que puedo llamar al arquitecto Kahn es un tipo irresponsable, sin ser nadie para juzgarlo. Cada quién carga sus demonios, o su cruz, como quiera llamarle a sus problemas.

Me llaman la atención algunas microhistorias dentro del documental, en relación con la profesión de arquitecto. Primero, que Kahn, o "Lou" como le llamaban cariñosamente, estaba quebrado en cierta etapa de la vida donde las cuestiones económicas se complican si no se prevee desde antes: hacia los setenta años de edad.

 Las deudas se acumulaban, el dinero se esfumaba y se debía lo que no se tenía, mientras que los proyectos que no le pagaban al arquitecto, o que no sabía cobrar o que no se construían se acumulaban. Y mientras el arquitecto seguía y seguía trabajando incesantemente como si nada.

Con todo y el sesgo que el hijo resentido (resentido en todo su derecho y con toda la razón) pudiera tener, expone que el único edificio con el que había ganado dinero, fue el centro Jonas Salk, unos laboratorios ubicados en La Jolla, California, proyecto en el que colaboró, (si no me equivoco) el también arquitecto, mexicano, Luis Barragán Morfín.

Otra lección: que trabajaba tanto (y tanto trabajar para ganar muy poco dinero o perderlo), que prácticamente no tenía casa propia, y cuando ya no aguantaba más, de tanto dibujar planos, ponía un tapete sobre el suelo de su despacho, y ahí dormía.

Por último: El hijo en busca de respuestas fue a dar al último edificio que construyó su padre, la sede federal de Bangladesh, donde están las oficinas del gobierno y donde sesiona el congreso. Luego cuando el narrador se acerca a la gente que hace ejercicio o simplemente camina frente a la enorme explanada del edificio y dice a la gente "mi papá fue el arquitecto que hizo este edificio", un grupo de señores le sonríe, se le acercan y le saludan de mano efusivamente.
"¿Usted también es arquitecto", le pregunta alguien, y él responde que no. Otra persona le dice que si su padre todavía vive, y el menciona que falleció hace muchos años (qué importa hace cuántos).
Casi al finalizar la historia, detenido en los pasillos bañados de luz de la obra cumbre de Louis Kahn, un arquitecto bangladesí le dice más o menos "tu padre tenía una misión en este mundo, más allá de los defectos que como hombre o como padre pudiera tener. Él tenía la misión de darnos este edificio majestuoso en el país más pobre del mundo. Hazaña que parecía imposible. Gracias a tu padre esta hazaña se logró. Tu padre ya no se pertenecía a sí mismo, sino a su obra. No debes tener resentimientos contra él. Su misión era esta, que estás viendo, donde estás parado, una obra que puedes palpar y sentir, un edificio que va a perdurar muchos años que tú y que yo y que muchas generaciones en este país. Él nos dio instituciones democráticas, nos dio un lugar para estar orgullosos y tener esperanza..."

Yo ya no pude terminar de ver el documental, pues me puse a llorar. En serio.
Y me pregunto si vale la pena hacer arquitectura, cuando uno de los más grandes triunfó hasta después de los 70 años. Si a esa edad no tenía dinero, al contrario lo debía y estaba en bancarrota. Louis I. Kahn murió (tal vez de cansancio) en los baños públicos de una estación de trenes, y no se sabe bien a bien como fue a dar ahí.
No tenía cartera, ni identificación. Sus conocidos y su familia tardaron varios días en enterarse de su fallecimiento.
Entonces me pregunto cuál es mi misión como arquitecto en este lugar en que estoy y en este tiempo.
Y todavía no sé.

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