domingo, 12 de mayo de 2013

Surrender, Dorothy.


La película es de Diane Keaton. Gracias, señora. Una bonita muchacha de nombre Sara, que actúa como hija de la gran actriz. Un amigo gay de nombre Adam. La tradición de pasar el verano en una vieja (y no muy agradable) casa en Los Hamptons, sin embargo, uno de los lugares más adinerados de los Estados Unidos. Surrender Dorothy, es el saludo con el que madre e hija se entendían. Siempre que una le llamaba por teléfono a la otra. El filme no es homenaje, ni una alusión, nada de eso, sino que tiene referencias con El Mago de Oz, sobre todo en una canción. Esa otra película la conocí gracias a mi amiga Lia. Un mensaje de texto de ella, que nunca los escribe,  me obligó a verla. Según Lia, yo era el espantapájaros, y ella la protagonista. Según yo, mi querida amiga sigue siendo Dorothy y yo más bien soy el León asustado. Pero regresando a Surrender... es, primero, sobre esa generación X. Ahora andamos sobre los treinta y cinco años. Pero seguimos luciendo geniales, delgados, atléticos. No panzones y calvos como la gente de esa misma edad lucía en los 70s.  Nos atrevemos a usar shorts, playeras cuello redondo, sandalias. Algunos ya tienen hijos (por fin), bebés, como Maddie (se están tardando pero de cualquier manera no están preparados ¿entonces cuándo?) Si en Estados Unidos los representantes de la Generación X todavía no tienen estabilidad económica, ¿emocional? entonces en México ¿cómo andamos? "Mirénse, gente ridícula", advierte la señora Keaton, "pensando que todavía están en la escuela". Ridículos. Ella, agente de bienes raíces, con una hermosa casa, un Lexus nuevecito color dorado, divorciada, pero saliendo con un gentleman de BMW azul marino nuevecito también. Luego de saber de la muerte de Sara por boca de Maddie, Keaton , manejando su lujoso coche, se descontrola y tiene un pequeño accidente en el freeway de algún lugar entre Nueva Jersey y Nueva York. Luego de sepultar a su hija en una ceremonia en que no permite que acudan los amigos de ella "por ser estrictamente familiar", aparece en esa poco agradable casa de Los Hamptons, ¿reemplazando a su hija? ¿buscando la presencia de ella, o solamente queriendo algo de compañía? , en una SUV Chevrolet Equinox, nuevecita también porque los raspones del Lexus lo dejaron inservible, darling. ¿Acaso un inconsciente contraste entre los logros de una generación anterior, que espera al menos los mismos  en sus hijos pero no los ve, ahora que ya tienen más de treinta años? Maddie maneja una vieja camioneta Ford, de tal vez 1970. Sara puede llegar a Los Hamptons, dándole aventón a su amigo Adam, en un viejo automóvil Jaguar, propiedad de su madre. Sara estudia un doctorado en Historia de Japón y no puede tener un vehículo propio. Adam es escritor de teatro, y tiene como invitado a Shawn, su pareja gay, que llega en taxi, y es un aspirante a actor. En otras palabras, desempleado. De Maddie y su esposo, al parecer ella no trabaja, y él es abogado pero sin dinero. Alguien más paga, siempre. No hay lonche gratis, frase célebre de Friedman.
¿Qué pasa cuando nos vamos y dejamos secretos que solamente una persona conoce, pero que están entrelazados con otros secretos y otras personas, y terminan revelándose? En medio, mucho sexo. (o en otras palabras detalles íntimos de la vida privada de Sara), pero de tan abundante como si en Estados Unidos se respirara.  No creo que en ningún lado se respire el sexo, porque solamente se respira en las películas. También, casi al final del filme, la decepción que los hijos siempre damos a nuestros padres, cuando ellos piensan contar más con nosotros, la negación peor que la que Pedro le hizo a Jesús,  detalle innecesario y cruel en la historia, pero muy real en el ser humano. Con todo y eso, una bonita película, que se puede ver en familia, que nos hace pensar sobre una generación que no termina de crecer y que pues...será la economía como dijo Bill Clinton en campaña, o a lo mejor será el sereno como decimos en México,  pero que no puede dejar de depender de sus padres, que no alcanza una estabilidad financiera y que no puede siquiera agarrar una escoba y lavar un fregadero como bien hace la señora Keaton. Con todo una generación de muchachos y muchachas que se esfuerzan en ser felices a su modo.  
Gracias y vean la película en el canal Sony.

POST.

Dejaré de usar la palabra adendum. Como una vez nos platicó el arquitecto Andréz González Arquieta en una clase en el Tec de Monterrey, parece que hay algo así como un subconsciente global, porque la palabra dominguera salió en otro lado, de entre una conversación de café entre Gustavo Madero y Jesús Zambrano. El Pacto por México necesita un adendum. Yo creo que necesita trabajo, responsabilidad y honestidad.

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